ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ

ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

PRIMERA PARTE

Capítulos Α. 10. 11. 12. 13. 14 sobre la voluntad

Capítulo A. 10: Cómo debemos ejercitar nuestra voluntad para que en todas nuestras praxis interiores y exteriores quiera y tenga como propósito u objetivo finalizador sólo el agrado de Dios.

Capítulo A. 11: Algunos pensamientos que promueven el deseo del hombre en querer hacer en cada cosa la voluntad de Dios.

Capítulo A. 12: La multitud de voluntades y deseos que existen en el hombre y la lucha que existe entre ellos.

Capítulo A. 13: Cómo debe uno luchar contra la voluntad insensata o animal de los sentidos y la relación con las praxis que debe realizar la voluntad para poder adquirir las costumbres de las virtudes.

Capítulo A. 14: Qué se debe hacer cuando la voluntad lógica superior parece que está vencida por la voluntad inferior insensata o animal y de los enemigos.

Capítulo A. 10

Cómo debemos ejercitar nuestra voluntad para que en todas nuestras praxis interiores y exteriores quiera y tenga como propósito u objetivo finalizador sólo el agrado de Dios.

Más allá del ejercicio y la formación de tu nus, debes gobernar también tu voluntad de tal manera que no le dejes que se dirija hacia sus deseos; la voluntad se tiene que hacer toda una con la voluntad de Dios. Piensa bien que querer y pedir aquellas cosas que gustan a Dios, esto no es bastante para ti; además de esto, como movido de Dios, debes querer solo un fin: gustar a él claramente. Por esta razón tenemos mayor y más pelea con la naturaleza que las cosas que antes hemos dicho. Porque nuestra naturaleza se desvía sola tanto, que en todas las cosas, incluso algunas veces de las cosas buenas y espirituales, busca su descanso y su agrado e incautamente se alimenta de esta desviación como si fuera de comida.Por eso cuando nos son ofrecidas las cosas espirituales, inmediatamente las vemos y las deseamos, pero no estamos promovidos por la voluntad de Dios o sólo para agradar a Dios, sino por aquella alegría y placer que viene en nosotros queriendo aquellas cosas que el Dios quiere. Este error, engaño está más escondido aún que aquello que hemos deseado como espiritual bueno y mejor. Porque no basta sólo que queramos aquellas cosas que quiere el Dios, sino que las queramos también cuándo, cómo y por qué las quiere; Por eso el Apóstol nos pide que probemos cuál es la voluntad de Dios; “No os conforméis a este siglo, sino transformaos, metamorfoseas por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom 12,2). Así que al desear al mismo Dios, en esto por regla general se encuentran muchos engaños que son causa y producto de nuestra φιλαυτία filaftía egolatría, excesivo amor a uno mismo y al cuerpo. Porque muchas veces ambicionamos más a nuestro propio bien e interés en vez de la voluntad de Dios, el cual sólo por su doxa-gloria se agrada y quiere que le amemos, anhelemos y obedezcamos, como hemos dicho antes.

Así que, hermano mío, para que seas protegido de esta cadena que impide el camino de la perfección, y para progresar en el querer hacer que cada praxis tuya sea sólo para la voluntad, la doxa-gloria y el agrado a Dios, (el cual en cada praxis y loyismós quiere que sea sólo él principio y fin), utiliza esta manera o método.

Cuando tratas de emprender alguna praxis que la quiere el Dios, la que simplemente es buena, no dirijas tu deseo inmediatamente en quererla si primero no elevas tu nus a Dios para ver si es también Su voluntad para quererla, si él quiere así y si dentro de esta gustas solamente a él. Y cuando pienses que de esta divina voluntad está movida tu inclinación, entonces debes querer aquella praxis y realizarla, porque el Dios quiere y que es sólo para su doxa-gloria y su obediencia.

De la misma manera, cuando quieres detestar aquello que no quiere el Dios, es decir, el mal, no lo detestes inmediatamente, si primero no has fijado la mirada de tu nus en su divina voluntad, la cual quiere que lo detestes para agradar a él. Debido a que el engaño de la naturaleza es muy fino, por eso esto es conocido en pocos, porque la naturaleza siempre busca para sí misma; y muchas veces hace ver en nosotros que nuestro propósito es agradar sólo a Dios, pero la verdad no es así.

Por eso ocurre muchas veces que creamos que aquello que queremos o no queremos no es para nuestro interés propio, sino sólo para gustar a Dios. Así que para evitar este engaño, la verdadera terapia es la catarsis, (sanación y purgación) del corazón, que es expulsar al antiguo hombre y revestirnos el nuevo (y en esto nos orienta toda esta guerra).

Pero, para enseñarte el arte para hacer esto, escucha. Al principio de cada praxis tuya, a medida de lo posible, debes salir de cada voluntad tuya y no quieras hacer ni detestar ninguna cosa, si primero no has entendido que en esto estás promovido y arrastrado sólo por la simple voluntad de Dios. Y si en todas tus obras exteriores y sobre todo en las interiores de la psique, no puedes sentir siempre esta energía de que estás promovido de Dios para gustarle, por lo menos estate contento que la tienes en potencia; es decir, que tú por ti mismo tengas siempre verdadera opinión y convicción en gustar a Dios en cada praxis y obra tuya. Sentirnos activa la inducción de Dios, esto se hace con divina y espiritual iluminación en el nus, con la que en los limpios y purificados se apocalipta-revela la voluntad de Dios contemplativamente o con inspiración de Dios con un logos o con otras energías y actos de la divina Jaris (gracia, energía increada), la cual es un calor que da vida, una inenarrable alegría, resaltos espirituales, fervor espiritual, lágrimas de corazón, agapi y los demás pazos-pasiones y emociones divinas y nobles, las cuales no son obtenidas por nuestra voluntad sino de Dios, movidos por él y pasionalmente; mediante la percepción y sentimiento de todas estas cosas nos informamos que aquello que pedimos hacer es según la voluntad de Dios. Pero antes de todo esto, sobre nuestro tema, tenemos el deber de hacer oración ardiente y lúcida a Dios, una vez, dos y muchas veces.

Pero en las obras que durarán algún tiempo, no sólo al principio es bueno que te motives a ti mismo en este agrado a Dios, sino que hasta al final debes estar ocupándote de renovar este agrado con la memoria o recuerdo, porque si no haces así peligras en enrollarte en las cadenas de la agapi física, la cual declina más hacia sí misma que a Dios; y muchas veces después de algún tiempo acostumbra hacernos inconscientemente cambiar las cosas modificando nuestros primeros objetivos y fines. Por eso san Gregorio el Sinaita escribía que: “estate atento también en la predisposición, intención y con exactitud investiga cada hora hacia dónde declina; si estás sentado en la hisijía por Dios para este bien o para beneficio psíquico, sea psalmodiando, sea orando o trabajando para alguna virtud, ten cuidado no seas capturado sin saber lo que haces. (Filocalía c.12).

Por lo tanto, cuando uno no tiene mucho cuidado en esto, muchas veces comienza hacer una obra con el propósito de gustar sólo al Señor, y después dentro de poco es conducido sin percatarse en gustar su propia voluntad de tal manera que olvida la voluntad divina; y queda tan atado con el agrado, placer de aquella obra, que si el mismo Dios le obstruya con alguna enfermedad o tentación de los demonios o de los hombres o de cualquier otra manera, éste se disgusta y se trastorna completamente y queda atormentado y muchas veces juzga y condena a los demás de que fueron su obstáculo (por no decir que gime contra al mismo Dios), cosa que manifiesta claramente que su juicio no era totalmente de Dios, sino que nació de la raíz podrida y corrupta de la filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo).

Porque aquel que se mueve sólo para la voluntad y el agrado a Dios, no prefiere más una obra superior y grande que la humilde e inferior, sino que quiere por igual las dos, porque son gustadas a Dios por cualquier razón que sólo Él conoce. Por consiguiente, si la obra es importante y grande o pequeña y humilde, permaneces igual en paz y reposado; porque de cualquier manera disfrutas de tu objetivo que era parecer agradable a Dios en todas tus obras sea en vida sea en la muerte. “Por eso, en el cuerpo o fuera del cuerpo, nos esforzamos con celo y fervor por agradar al Señor” (II Cor 5,9). Por lo tanto, amigo mío, que seas siempre cuidadoso y reservado contigo mismo e intentar dirigir tus praxis a este propósito final.

Sin embargo, si alguna vez estás promovido por el deseo de tu psique hacer el bien para evitar las situaciones del castigo y disfrutar del Paraíso, en esto también puedes pensar que tu propósito final es el agrado y el deseo de Dios, el cual quiere que entres en Su realeza increada y no al hades. Pero este fin uno no lo puede conocer correctamente por mucho poder y fuerza que tenga.

Para una obra, por muy pequeña y humilde que sea, si se hace sólo con el propósito de gustar sólo a Dios y Su doxa (gloria, luz increada), vale infinitamente más que muchas obras gloriosas, importantes y grandes que se hacen sin este propósito. Así junto con Dios es más agradable dar un céntimo a un pobre, sólo por hecho de agradar a Dios, en vez de despojarte de todos tus bienes para otro propósito y fin; y si lo haces con el propósito de disfrutar de los bienes celestes, no sólo es bueno sino también muy deseable. Este ejercicio, el querer gustar en cada praxis a Dios, al principio te parecerá difícil, pero después te será fácil.

El tener en cuenta esta infinita magnanimidad y recompensa digna de Dios, cuanto más profunda y continua se hace, tanto más continuas y ardientes son las praxis antes mencionadas de nuestra voluntad. Así mucho más fácil y más rápido obtendremos la costumbre de hacer cada praxis nuestra para la agapi y agrado del Soberano que es el único digno de ser amado. Finalmente, si quieres entender si el Dios te incita en cada praxis tuya, debes pedirlo a Él con ardiente oración, rogándole que te añada también esta jaris(o favor) junto con las innumerables jaris y donaciones que te ha hecho y te hace continuamente sólo por agapi sin ningún beneficio suyo.


Capítulo A. 11

Algunos pensamientos que promueven el deseo del hombre en querer hacer en cada cosa la voluntad de Dios.

Para promover tu voluntad con mayor facilidad para querer en todo el agrado y la doxa (gloria) de Dios, acuérdate muy menudo que Él antes de distintas maneras te ha honrado y amado; te ha creado de la nada a imagen y semejanza suya y todas las creaciones las ha hecho para que te sirvan; y te ha redimido y liberado de la esclavitud del diablo, mandando no un ángel sino Su Hijo Unigénito para rescatarte no con precio de oro y plata, sino con su preciosa sangre y con la muerte más tormentosa e injusta, y después de todo esto en cada momento te protege de los enemigos; lucha para ti y con Su divina jaris (gracia, energía increada) tiene preparado tu alimento y tu honor en los inmaculados Misterios que es el Hijo bien amado.

Esto es una señal de grandioso honor e infinita agapi que tiene el Dios para ti, tan grande que nadie puede entender, y cuánto honor y respeto debemos nosotros a Su majestuosidad, que por nosotros ha hecho tantas cosas admirables.

¡Y si los reyes terrenales, cuando son honrados por los hombres se sienten obligados a recompensarlos, cuanto más nosotros los insignificantes debemos hacerlo al Rey del universo por el cual somos tan amados y apreciados! Además de lo que hemos dicho antes, ten siempre en tu memoria más que cualquier otra cosa, que la divina majestuosidad por sí sola es infinitamente digna de ser honrada y servida limpiamente por todos de una manera que le gusta.


Capítulo A. 12

La multitud de voluntades y deseos que existen en el hombre y la lucha que hay entre ellos.

Conozca bien que en esta guerra en nuestro interior hay dos voluntades contrarias entre ellas; una es la voluntad de nuestra parte lógica de la psique, por eso se llama voluntad lógica y superior; y la otra es la del sentido y por eso se llama voluntad sensible e inferior, la cual por costumbre se llama también voluntad animal, voluntad de la disposición de la carne y del pazos; con la voluntad superior deseamos todos los bienes; y con la voluntad inferior e insensata deseamos todos los males. Así, pues, cuando nosotros queremos alguna cosa sólo con la voluntad del sentido, hasta que no la hayamos emparejado y combinado con la voluntad suprema y la lógica, no quiere decir que la queremos de verdad. Por lo tanto, toda la guerra invisible es esto, que la voluntad superior no se incline hacia la inferior. Porque la voluntad lógica que se encuentra entre la voluntad divina que está por encima y la voluntad sensible o del sentido que está por debajo, siempre es atacada tanto por una como por la otra. Debido a que cada una de ellas quiere arrastrarla, dominarla y someterla en sí misma. Estas tres voluntades se llaman también leyes por el apóstol Pablo (Rom cap. 7). La voluntad lógica, la ley del nus y la ley animal irracional que se encuentra en los miembros del cuerpo y va en contra de la ley del nus y del deseo de Dios, contra de la ley espiritual y de la ley de Dios con las que conecta la ley del nus; y añade también una cuarta que es la ley del pecado; que según san Juan Damasceno es el ataque o asalto que lanza el diablo con malos loyismí, en donde queda cautiva la ley del nus que se encuentra en los miembros del cuerpo; y el deseo lógico junto con la ley del nus, esto san Juan Damasceno lo llama conciencia.

Por eso al principio, aquellos que se han acostumbrado al mal, sufren y se cansan mucho cuando deciden cambiar de forma de vida y entregarse a la agapi y al servicio de Dios. Porque las contradicciones que recibe la voluntad lógica de ellos de la lógica de Dios y de la lógica sensible (o carnal), las cuales permanecen en una parte y en otra y pelean, son pruebas muy fuertes y las sienten fuertemente, cosa que no ocurre en aquellos que ya se han acostumbrado vivir y reposar en las virtudes o en las maldades.

Porque los virtuosos se conforman fácilmente con la voluntad de Dios, en cambio los malos se inclinan fácilmente sin ninguna oposición a la voluntad del sentido (carnal o instinto animal).Por tanto, que no se jacte alguno que puede obtener las verdaderas virtudes cristianas y servir a Dios como es debido, si no se esfuerza de verdad para abandonar no sólo a los más grandes placeres sino también a los más pequeños en los cuales estaba dedicado con agapi-amor mundana. Y causa de esto muy pocos llegan a la perfección. Debido a que han dominado con esfuerzo los mayores placeres, no quieren después de todo esto presionar a sí mismos para vencer también sus insignificantes deseos, los cuales a todas horas les conquistan. Porque la perfección y la unión con el Dios es una cosa tan fina, de modo que el más mínimo obstáculo, tan fino como un pelo, puede privarnos de la unión con el Dios; como dice san Simeón el Nuevo Teólogo: “De modo que si por nuestra negligencia y descuido tenemos algún pequeño loyismós, o duda de fe, o cobardía, o cualquier otro pazos, no seremos dignos de tener como cohabitante en nuestra psique a Dios”.

Por ejemplo, hay algunos que no quitan una cosa ajena, pero aman excesivamente la suya propia; hay otros que no buscan honores con medios ilegales e indebidos, pero no las aborrecen como es debido, sino que las desean, y algunas veces las buscan de distintas maneras. Otros cumplen los ayunos estipulados por su obligación, pero están dominados por la glotonería y la gula comiendo más de lo necesario. Otros viven con continencia pero no se desapegan de las compañías que les gustan y les son grandes obstáculos en la vida espiritual y la unión con el Dios; y sobre todo aquellas compañías que se hacen con personas jóvenes y piadosas, de las que cuando menos teme uno, tanto más debe evitar. Aquí apunta, hermano mío, que por algunas tendencias naturales o pazos, los cuales ni se llaman mortales, ni excusables o perdonables, porque no se hacen por nuestra predisposición o voluntad, están sujetos a la idiosincrasia, temperamento de los cuerpos y estos se llaman imperfecciones, defectos y fallos naturales; por ejemplo, son muchos que por su naturaleza son amargados y melancólicos o depresivos; otros estrictos e irritables; otros ligeros en el loyismós e insostenibles; otros irascibles… y otros defectos naturales. Por lo tanto, debemos luchar también contra estos defectos, corrigiendo los excesos y las deficiencias con el discernimiento del logos correcto, transformándolos en virtudes. Porque ningún defecto natural, por muy salvaje que sea, no resiste tanto a la predisposición y a la voluntad que no pueda ser vencido con la jaris (energía increada) de Dios, con nuestro esfuerzo y cuidado y con nuestra diligencia. Digo que luchemos contra estos, porque aunque sean naturales y no voluntarios, sin embargo nos impiden al perfeccionamiento. Por lo tanto, de todas estas cosas que hemos dicho, en estas personas ocurre lo siguiente: que hacen obras buenas, pero deficientes y adecuadas con su deseo de honor y alabanzas del mundo. De estas cosas el resultado es que no progresan en el camino de la sotiría (redención, sanación y salvación), sino que regresan atrás y recaen en los primeros males; porque no aman la verdadera virtud ni son agradables a Dios que antes les liberó y les salvó de la tiranía del diablo; aún mas, de estas cosas continúan siendo siempre ignorantes y ciegos y en ningún momento ven el peligro que se encuentran, porque creen que están seguros y sin peligro.

Y aquí se manifiesta un engaño, que cuanto menos conocido es, tanto más perjudicial se convierte; porque son muchos que siguen la vida espiritual, pero aman más de lo debido a sí mismos, aunque en realidad no conocen amarse a sí mismos. Porque se ocupan más con aquellas luchas que declinan hacia sus deseos y dejan las demás que son contrarias a sus declinaciones y tendencias físicas y los deseos sensibles o carnales que justamente deberían pelear contra ellos a toda costa con todas sus fuerzas.

Por eso, hermano en Cristo, te pido que ames siempre la dificultad y la prueba que trae consigo esta guerra, aún si alguna vez seas vencido. Porque dice Sirac: “No odies el trabajo duro y cansino” (7,16). Porque aquí se encuentra todo. Porque cuando más fuerte amas la dificultad que trae la virtud y la guerra en los principiantes, tanto más rápido ganarás; y qué digo, si tu amas más la guerra dura y cansina contra los pazos, en vez de las virtudes y las victorias, naturalmente mucho más rápido obtendrás todo bien.


Capítulo A. 13

Cómo debe luchar uno contra la voluntad insensata o animal de los sentidos y la relación con las praxis que debe realizar la voluntad para poder adquirir las costumbres de las virtudes.

Cada vez que por un lado el deseo insensato de los sentidos y por otro lado voluntad de Dios, atacan tu deseo lógico, y cada uno quiere vencer, tú debes ejercitarte de muchas maneras para que venza totalmente el deseo de Dios.

Entonces, a) cuando seas atacado de los movimientos de algún deseo insensato de los sentidos, debes resistir fuertemente para que la voluntad de la lógica no sea captada por ellos. b) Una vez que sean detenidos y parados, muévelos otra vez contra tuya para vencerlos y expulsarlos lejos con mayor ímpetu y fuerza. Y otra vez después de todo esto, vuelve a reclamarlos en esta tercera guerra c), en la que te acostumbrarás y los odiarás con toda la fuerza de tu psique y los tendrás asco. (23)

Estas tres guerras o combates, deben hacerse en todos nuestros deseos desordenados, (excepto los pazos carnales, por los que te hablaré en otro punto).

23. Aquellos que han progresado en la práctica se han hecho fuertes del loyismós con liberarse de toda doxa-gloria falsa y absurda, han adquirido logos correcto a través de la zeoría-contemplación de los logos verdaderos y espirituales, estos que se encuentran en la divina Escritura, como también en la creación; por tanto ellos pueden resistir, rechazar y combatir contra los pazos y los loyismí con reacción irascible, es decir, unas veces con logos, lemas o versos de la divina Escritura contra los pazos y los loyismí que les atacan, puesto que con esta contradicción el Señor venció las tres tentaciones o ataques que le trajo el diablo, a) la tentación de la filidonía (hedonismo, sensualidad o voluptuosidad) , b) la filodoxía-vanagloria y c) la filaryiría-avaricia.

Y otras veces, contra al que trae la falsedad y el engaño de los sembrados loyismí y de los pazos que nos atacan, se liberan con el logos natural y correcto; por eso, para esto se dice que luchan directamente contra los enemigos, los vencen y son coronados. Pero los que son débiles en el loyismós, es mejor que combatan contra los loyismí y los pazos indirectamente; es decir, mientras sean atacados, inmediatamente correr en contacto consciente con Dios hasta que con la oración serenen los pazos y frenen las conversaciones con los loyismí, como enseña san Isaac el Sirio. (Aunque esto principalmente no se llama guerra sino huida de la guerra).

Pero estos enfermos, alguna vez cuando son atacados exageradamente de los pazos y los loyismí, o cuando conocen que en sí mismo tienen la fuerza, deben luchar también directamente contra los loyismí y los pazos, para que se vea también su propia valentía y la libertad de la voluntad contra este malvado, ya que esto también nos lo dice el mismo San Isaac el Sirio.

Sin embargo, cuando atacamos directamente los pazos y los loyismí, una ayuda invencible, como arma de guerra, es tener el nombre del Señor Jesús Cristo; es decir, «Κύριε Ἰησοῦ Χριστὲ Υἱὲ τοῦ Θεοῦ ἐλέησόν με Kirie-Señor Jesús Cristo Hijo de Dios, eleisón me, ayúdame, sáname, ten compasión o misericordia de mí…», sea con el corazón o con los labios, tal y como diremos más abajo en el capítulo 16º. Porque de esta manera también combatimos contra los enemigos y vencemos, y por eso no nos enorgullecemos porque adscribimos esta victoria al nombre vencedor del Señor.

Apunta también que el desprecio (al demonio) es el vehículo supremo y fuerte contra la guerra de los loyismí y los pazos. Es decir, que uno desprecie como ladridos de perros (sin dientes) los asaltos y ataques de los loyismí y los movimientos de los pazos y sobre todo aquellos que antes han llegado a guerrear contra ellos y expulsarlos; pero estos que con descaro le molestan, siendo serio y silencioso en sí mismo, ni si quiera girar a verlos ni escucharlos, cumpliendo aquel Salmo que dice: “Pero yo me hacía como sordo que no quiere oír y como el mudo que no abre la boca para hablar” (Sal 37,14); Pero que corra al camino de la virtud y del progreso, sin que sea impedido por los nimios sustos o espantos de los loyismí, y aquel que quiere pues, que utilice esta arma y será muy beneficiado.»

Por último, debes hacer también praxis opuestas en cada uno de tus pazos.

Por ejemplo, si alguien te ha deshonrado y tú sientes guerra de los movimientos de impaciencia, presta bien atención y sentirás que estos movimientos siempre combaten contra la voluntad lógica y superior e intentan someterla y hacerla condescender, consentir; entonces tú resista a estos movimientos con todas tus fuerzas y apresúrate con tu deseo lógico en no dar consentimiento a estos para no desviarte y decaer, diciendo tú también junto con Oseas: “resistiendo los destruiré” (1,2); y no parar nunca este combate, hasta que conozcas bien que el enemigo está casi cansado y ha quedado vencido y mortificado; pero ten mucho cuidado, vigila y protégete de la mala astucia del diablo. Porque cuando él entienda que resistimos fuertemente a los movimientos de un pazos, no sólo no los revoluciona en contra nuestra, sino que intenta pararlos a que no nos ataquen, para que no adquiramos formación y experiencia por este ejercicio para el hábito de las virtudes; y además, para hacernos caer al orgullo y a la vanagloria, convenciéndonos de una manera hábil de que somos soldados valientes y hemos derrotado rápidamente a nuestros enemigos.

Por eso tú, hermano mío, pasa a la segunda guerra, es decir, con la memoria despierta revoluciona contra tuyo aquellos loyismí que fueron la causa de tu impaciencia; y con continuos deseos y más violencia que la primera, expúlsalos lejos de ti, diciendo junto con David: “Perseguiré mis enemigos hasta que los destruya” (Sal 17,41). Pero como no es bastante con sólo expulsar nuestros enemigos, sino que debemos odiarlos con nuestro corazón, para que no seamos vencidos otra vez de ellos, por eso tú con la tercera c) guerra debes oponerte con tanto ímpetu a los loyismí de la impaciencia hasta que los odies y los tengas asco, diciendo aquello del Salmo: “Detesto y aborrezco la injusticia y la mentira” (Sal 118, 162) y “los he odiado con perfecto odio; y se hicieron enemigos personales” (Sal 118,21). Por último, para hacer perfecta tu psique con la costumbre o hábito* de las virtudes, debes hacer aún praxis interiores que son directamente opuestas a tu impaciencia según el Salmo: “Aléjate del mal y haz el bien” (Sal 33,14). *Por eso esta costumbre o hábito se llama segunda naturaleza, porque, como la naturaleza así también el hábito con facilidad proyecta sus energías y acciones.

Por ejemplo, si deseas obtener totalmente la costumbre de la paciencia, no basta sólo que te ejercites con las maneras de guerra que te he dicho, sino aún debes amar el deprecio que has recibido de aquel que te ha deshonrado o insultado, deseando que seas deshonrado e insultado otra vez, como la primera vez por el mismo hombre; y estar preparado a sufrir mayores desprecios e insultos, porque praxis similares son necesarias para hacernos perfectos en las virtudes. Porque de otra manera, las otras praxis por muchas y muy fuertes que sean no son capaces de extraer y extinguir la maldad de sus raíces. Por eso es necesario que allí donde antes estaba arraigada la maldad, en vez de ella, allí tiene que sembrar y arraigar la virtud que es contraria a la maldad, para que según los médicos, las cosas opuestas se conviertan terapia, curación de las opuestas (25).

25. «Excelentemente aquí se enseña de acuerdo con san Isaac el Sirio, que es mejor engañar y vencer nuestros pazos con el recuerdo de las contrarias virtudes, en vez de poner resistencia. Sepas también que las tres partes de la psique que son lo logístico (lógico), lo anhelante (voluntarioso) y lo irascible (o emocional), nacen tres tipos de loyismí. De la parte logística (lógica) nacen los loyismí de increencia o infidelidad, ingratitud y gemidos a Dios, el no discernimiento o indiscreciones, ignorancia o desconocimiento y oscuridad y simplemente los llamados universalmente loyismí blasfemos; y de la parte anhelante (o voluntad) de la psique nacen los loyismí hedónicos de la filidonía (placer, voluptuosidad, hedonismo), los de la avaricia , los de la vanagloria y generalmente todos los llamados loyismí indecentes; y de la parte irascible de la psique nacen los loyismí de homicidios, de venganza, de odio, de envidia, de conflictos, perturbaciones y simplemente los llamados loyismí maliciosos, viles o astutos malos. Pues, tú debes vencer con las virtudes contrarias; es decir, la infidelidad con la fe inquebrantable a Dios; la ingratitud y el bostezo a Dios con el agradecimiento; la indiscreción o no discernimiento con el discernimiento del bien y del mal; la ignorancia y oscuridad con la verdadera gnosis (increada) de lo que realmente existe; y las blasfemias e insultos con las doxologías (alabanzas). Similarmente la filidonía (hedonismo) con la continencia y el ayuno; la vanagloria con la humildad; y la avaricia con la austeridad y la sencillez. Igualmente, la envidia y el odio con la agapi-amor; la venganza con la mansedumbre, magnanimidad y la paciencia; el conflicto y la perturbación con serenidad del cerebro o mente y la paz del corazón. Y generalmente como dice san Máximo el Confesor: En la parte anhelante (volitiva) de la psique poner la virtud de la continencia, autodominio; en la parte irascible la virtud de la agapi; y por supuesto que la luz de tu nus no se oscurecerá nunca, y los anteriores loyismí pueden fácilmente nacer de estos.»

Así que si nosotros no nos acostumbramos con muchas y continuas praxis a amar el desprecio y alegrarnos por ello, porque en la agapi-amor con el desprecio se cimienta la paciencia, y no nos libraremos nunca de la mala impaciencia, la que se fundamenta sobre el odio de que nos desprecien u ofendan. Por eso, permaneciendo viva la raíz de la maldad, brota siempre de una manera que se marchita la virtud y algunas veces la ahoga totalmente. En cualquier momento que se nos presente nos hace peligrar y recaer otra vez. Es cierto pues, que sin las praxis opuestas o contrarias que hemos dicho, no es posible que obtengamos la verdadera costumbre de las virtudes.

Conozca también esto, que estas praxis deben ser muchas y muy continuas de modo que puedan destruir totalmente el hábito del mal, que como ha arraigado y dominado en nuestro corazón, mediante la multitud de las malas praxis, así se debe desarraigar el mal con muchas y continuas praxis buenas; y entonces en nuestro corazón echaremos raíces del hábito de las virtudes; de hecho yo digo que deben ser muchas más las praxis buenas que las malas, para que el hábito se convierta virtuoso; porque muchas praxis no son como las praxis del mal que son sostenidas por la naturaleza, la cual está corrompida por el pecado.

Además te digo también esto; que si la virtud que ejerces lo requiere, debes aún hacer praxis exteriores similares a las interiores; por ejemplo; para obtener la paciencia no sólo debes amar con el corazón aquellos que te han despreciado o molestado de cualquier manera, sino que digas hacia ellos logos apacibles y de agapi; aún si puedes servirles con obras con su permiso (26).

26. «El divino san Juan el Crisóstomo (boca de oro), en su homilía 15, capítulo 5, sobre el Evangelio de Mateo, dice que el Señor en este capítulo enseña nueve grados, en los que los todos cristianos son elevados con sus divinos mandamientos o logos: 1) que los Cristianos no deben cometer ninguna injusticia a ninguno; 2) si alguien comete una injusticia contra ellos, ellos no deben vengarse con la misma injusticia; 3) que no hagan a los demás aquellas cosas malas que aquellos les han hecho, sino que tengan paciencia, se serenen y se pacifiquen; 4) no sólo que se pacifiquen sino que se entreguen voluntariamente a padecer con más ánimo estos pazos y estos males; 5) que sean dispuestos a padecer más de estos pazos que aquel que quiere hacerles mal; 6) no odiar aquel que les hace el mal; 7) amar de corazón aquel que les hace mal; 8) y beneficiarle 9) y rogar a Dios por él.

Y san Simón el nuevo Teólogo, en su logos en relación con la apacia (sin pazos, impasibilidad) y los carismas, añade junto con los nueve grados otros tres más grandes: 1) no sólo que oremos por aquellos que nos han hecho mal, sino que los marquemos en nuestra fantasía y besarlos sin pasión, con lágrimas de corazón, como amigos auténticos. Y tercero que uno se olvide totalmente de las cosas que le han pasado y no las recuerde, tanto cuando están presentes como cuando no están, sino que se comporte con ellos igual que con sus amigos, conversando y comiendo junto con ellos.»

Y estas praxis interiores y exteriores por muy difíciles que te parezcan por la debilidad de tu nus, por mucha dificultad que te traiga tu deseo, de ninguna manera debes abandonarlas, sino que luches por hacerlas. Porque, por muy débiles que sean, te mantienen estable y valiente en esta guerra y te facilitan el camino para vencer.

Estate con atención y concéntrate bien en ti mismo para combatir no sólo contra tus deseos grandes y eficaces de cada pazos, sino también contra los pequeños y ligeros; porque algunas veces los pequeños deseos abren el camino a los grandes, y entonces después de todo esto nacen en nuestro interior los malos deseos; y por el poco cuidado y esfuerzo que tienen algunos en extraer de sus corazones los pequeños deseos, mientras han dominado los grandes del mismo pazos, lo que a continuación sigue en ellos es que de repente e inesperadamente son dañados y vencidos por los enemigos con más potencia y desgaste que antes.

Te recuerdo también que vayas recortando y mortificando tus deseos y voluntades, incluso de cosas que son permitidas, pero que no son necesarias; y de este tipo son las muchas charlatanerías, las compañías, las comidas más grasientas y las similares. Porque de esto saldrán muchos bienes. Debido a que te harán más preparado y más animado para vencer a ti mismo y a las demás cosas. Debido a que te harás más fuerte y más experimentado en la guerra de las tentaciones, te escaparás de varias trampas del diablo y conseguirás cosas muy agradables y gustadas a Dios.

Pues, amigo mío, si sigues estos ejercicios divinos de la manera que te he dicho, estate seguro que en poco tiempo progresarás mucho y te convertirás en hombre espiritual verdadera y realmente, no falsamente, sólo de nombre. Porque si emprendes otra manera o método y otros ejercicios agradables a tu deseo, tanto que llegues hasta creer que te has unido con el Dios y conversas con él dulcemente, sepas que no es posible que obtengas la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu Santo o ninguna virtud; porque la jaris del Espíritu, tal y como he dicho en el primer capítulo, no es creada, ni nace con ejercicios agradables y similares con nuestra naturaleza, sino de aquellas cosas que ponen en la naturaleza cruces y esfuerzos corporales duros, y de aquellas que se recompone y se renueva el hombre a través de los deseos de las virtudes evangélicas y se une con su crucificado Creador.

Conozca también esto; que los hábitos del mal se hacen con muchas y continuas praxis de la voluntad lógica, porque es ella la que se entrega en los deseos insensatos del sentido o de los instintos animales. Así que los hábitos de las virtudes evangélicas se obtienen con hacer praxis continuas y muchas y que te entregues a la voluntad de Dios, por el cual estamos llamados e invitados unas veces a una virtud y otras veces a otra. Porque tal y como nuestra voluntad lógica no puede ser mala y terrenal nunca, por mucho que sea atacada por el deseo insensato de la carne y del mal, si no se entrega por sí misma a la carne y se someta a ella; así de esta manera nuestra voluntad lógica, nunca puede ser virtuosa y estar unida con el Dios, aunque está llamada e invitada por la jaris (gracia, energía increada) de Dios, si no se entrega totalmente a la voluntad y a la jaris de Él, tanto con praxis interiores como con exteriores.


Capítulo A. 14.

Qué se debe hacer cuando la voluntad lógica superior parece que está vencida por la voluntad inferior insensata o animal y de los enemigos.

Si alguna vez piensas que tu voluntad lógica no puede resistir para nada a tu deseo insensato y a los enemigos que te atacan, porque no sientes que anímicamente estás dispuesto y preparado contra ellos; entonces, tú hermano mío, debes permanecer firme y no abandonar la guerra, porque te estarás considerado como vencedor, puesto que no te estarás viendo claramente a ti mismo como vencido. Así como la voluntad superior para proyectar sus praxis no tiene necesidad de los deseos inferiores, así lo mismo, si ella misma no quiere no puede ser presionada y vencida nunca de los deseos inferiores por muy dura que sea la guerra que hacen. Porque el Dios ha regalado en nuestra voluntad tanta libertad y fuerza, de modo que aunque todos nuestros sentidos y todos los demonios y todo el mundo juntos se armen contra ella, a pesar de todo esto, nuestra voluntad puede con toda la libertad despreciar estas cosas y querer aquello que quiere, o no querer aquello que no quiere, y las veces que quiere y por aquel propósito que más le gusta.

Y si alguna vez los enemigos intelectivos o espirituales y tu deseo insensato, indecente, te atacan, te guerrean y te presionan tanto, deprimiéndote de modo que así debilitado no puedas hacer ninguna acción u obra espiritual contra ellos para ayudarte, pues, yo te digo que en este caso no te acobardes, ni tires por tierra las armas, sino que utiliza este vehículo contra ellos y diga contra los enemigos: “No cedo ni abandono esta guerra, ni tampoco ahora os dejaré ilesos”. “El Señor es la luz increada y mi sotiría (redención, sanación y salvación), ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza y el refugio de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?” (Sal 26,1). “Yo en Tu nombre aniquilaré los enemigos” (Sal 43,7); ahora bien, si te fortaleces mucho y otra vez caes vencido, como se ha escrito: “Por mucho que os unáis seréis aplastaos; y por mucho que os arméis seréis aniquilados” (Is 8,9). Por lo tanto, haz lo mismo que aquel que tiene en su contra al enemigo y le tiraniza y no puede hacer nada para pegarle directamente y prueba haciendo un paso atrás para poder herirle, así lo mismo haz tú también; reúne tus loyismí en tu interior, reflexiona y piensa que no tienes ninguna fuerza y así recurre a Dios que siempre puede y llámalo con ardiente oración, esperanza y lágrimas contra tu pazos que te está atacando, diciendo: “Señor ayúdame; Dios mío, Dios mío ayúdame, Jesús Cristo ayúdame, ataca a los que me atacan; toma tu escudo y tu armadura y ven a socorrerme” (Sal 34,1). “Santísima Zeotocos, Virgen, ayúdame, para no ser vencido por el enemigo”.

Por otro lado, si el pazos y tu enemigo te dejan un poco de tiempo, puedes ayudar la debilidad de tu voluntad contra el pazos, con el contacto consciente con Dios con reflexiones y ejercicios. Por ejemplo, cuando tú caes en alguna dificultad o cualquier otro castigo y tu deseo no puede o no quiere tener paciencia, ayúdate con estas cosas.

A´ Piensa que esta prueba que estás sufriendo, debes dignamente sufrirla, porque tú has dado motivo y con razón debes sufrir esta herida que tú mismo con tus manos has producido y dado a ti mismo.

B´ Si tú en esta prueba no tienes ninguna culpa, dirija tu loyismós en los otros muchos y grandes errores tuyos y piensa que por estos el Dios no te ha dado aún el castigo que mereces, pero que tú tampoco los has moderado como es debido; por lo tanto, la compasión de Dios ha tenido misericordia de ti para que no seas castigado eternamente, y te ha mandado esta prueba provisional; y debes aceptarla con alegría y gratitud.

C´ Piensa y reflexiona que cuando has molestado y lastimado la majestuosidad de Dios, si te ha dado tiempo y has hecho bastante del canon o deber por tus pecados; pero piensa que en la realeza increada de los cielos no entra nadie si no es mediante la entrada estrecha de las pruebes y las aflicciones. “Tenemos que pasar por muchas aflicciones y tribulaciones para entrar en la realeza increada de Dios” (He 14,22).

D´ El que tú también puedes entrar en esta realeza increada por otro camino, es decir, entrar dentro en la agapi (amor y energía increada) de Dios, esto ni siquiera lo pienses; porque también el Hijo de Dios junto con todos sus amigos entró en ella por medio de espinas y cruces.

E´ Piensa y reflexiona que esta prueba que estás sufriendo, es según la voluntad de Dios; es lo que debes pensar al principio de cada praxis tuya y aflicción que te sucede; tal y como te dije antes en el capítulo 10 y 11, es decir, querer que en todos tus actos y hechos se haga la voluntad de Dios; el Cual por la agapi que te tiene, se agrada y se alegra cuando te ve que sufres y luchas heroicamente como un valiente guerrero suyo. Pues, tú para que correspondas esta agapi (amor y energía increada) de Dios, por muy injusta y pesada que sea la prueba que sufres, tanto más lucha para sufrirla con paciencia y gratitud. Porque haciendo así, se ve que sufres en esta praxis y amas también esta dureza sólo por la divina voluntad, por la cual y cerca de la cual, cualquier cosa amarga parece dulce y toda cosa desordenada tiene orden y regla o canon perfecto.

San Nicodemo el Aghiorita

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español).